A
veces, vale la pena hacer un alto para respirar y saber hacia dónde nos dirige
este mundo invadido por la inmediatez, la sobreactuación, el efectismo y,
porque no decirlo, la estupidez. Ver a un presidente de los EE.UU. promocionarun vídeo en el que aparece golpeando a otro individuo cuya cabeza son lassiglas de la CNN es algo que, explicado hace unos años, nos hubiera parecido
por lo menos 'freaky', por no utilizar un adjetivo más contundente.
Mientras
los medios de información tradicionales reciben su particular paliza en forma
de pérdida de seguidores, el mundo asiste impertérrito a una degradación
progresiva de la información. En aras de la supuesta libertad todo el mundo
opina, califica y juzga los hechos sin atender al mínimo rigor. ¿Para ello se
crearon las redes sociales?. Y es que opinar es gratis mientras
que contrastar los hechos cuesta dinero como afirmaba el intelectual
británico y columnista de The Guardian, Timothy Garton Ash en una reciente
conferencia en Barcelona. Los medios de comunicación social – Twitter,
Facebook…- han pasado de ser la autopista de la libertad para ejercer una
curiosa dictadura del algoritmo, ese enorme aluvión de datos (big data) que
amenaza la misma esencia de la democracia. Se fomenta la reacción, la opinión
ignorante o la simple irracionalidad.
Y
en este contexto, los profesionales de la comunicación qué les decimos a
nuestros clientes, qué enseñamos a nuestros alumnos. Muchos han decidido surfear la
ola dejándose llevar a un lugar desconocido mientras otros se resisten al
devenir de un tiempo nuevo. Otros, con muchas dudas, nos gustaría reflexionar
hacia dónde vamos. ¿Habrá tiempo o esto de pensar y cuestionarse las cosas ya
es de otra época?
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