Son tantas y variadas las voces que se alzan para
pontificar sobre el periodismo, su utilidad y su función social, que cuesta
decir algo que no suene repetitivo. El cambio tecnológico, el acceso y la
sobredosis de información, la mezcla de ésta con la opinión sitúan a la
profesión periodística en una auténtica encrucijada. El público ha cambiado. Ya
no existe ese receptor que tan solo se limitaba a recibir información, cuyas
opiniones quedaban caducas en una sala de estar, en la cocina o en el bar de la
esquina.
Quizá podríamos hablar de alguna carta al director muy de vez en
cuando, pero nada que ver con el despliegue de opiniones y criterios de los que
somos testigos hoy en día. Las personas quieren ser escuchadas y formar parte
de los puntos de vista de informadores, expertos y protagonistas; quieren
hablar directamente con el protagonista del hecho y que éste conteste; quieren
influir en la consciencia de quienes reciben también la información; quieren
que el periodista les comunique lo que ellos quieren saber y entender; en
definitiva, quieren ser partícipes de nuestra actualidad.
¿Opinión/Información?
Youtube sube 20 horas de video cada minuto, se publican
tropocientos millones de tweets diarios y millones de imágenes en Instagram.
Los personajes e incluso las instituciones públicas utilizan las redes para
comunicar algo realmente importante, dando a entender que no siempre necesitan
‘intermediarios’ para comunicar aquello que les interesa. Y, entre tanto, qué papel dejamos jugar a los periodistas. ¿Simples espectadores cualificados?
¿opinadores de todo?. Tiempo atrás, la profesión periodística era concebida
como una garantía para una sociedad más democrática. ¿Queda algo de todo eso?
Carlos Bascones
Socio fundador de IMPART Gabinete de Prensa y Comunicación.
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