Montse Martínez (Grupo Gispert) - Diari de Tarragona
Hace unos diez años y coincidiendo con
el estallido de la crisis económica, no era extraño que algún conocido te
comentase que había conseguido una hipoteca especial para su casa por la que
pagaba bastantes menos intereses que el resto de sus conocidos. Eran las
famosas hipotecas multidivisa. La lógica parecía muy sencilla: “el banco te
hace la hipoteca en yenes, o en francos suizos, y como los intereses de estas
monedas son bajísimos pagas menos cuota mensual”.
A nadie le extrañaba que en aquellas
épocas difíciles la gente buscara alternativas para ahorrar. Pero luego vino la
letra pequeña. El préstamo había que devolverlo en la misma moneda en que se
había concedido; y lógicamente los pagos se iban encareciendo a medida que la
divisa iba subiendo.
En algunos casos las oscilaciones han
sido superiores al 60%; es decir que para un préstamo de 150.000 €, había que
devolver el equivalente a 240.000 euros, más los intereses. A raíz de ello ha
habido clientes bancarios que se han encontrado con que después de varios años
pagando la hipoteca, su deuda pendiente es igual o superior a la inicial. Una
auténtica ruina y un drama para los miles y miles de familias que optaron por
una hipoteca multidivisa.
Por fortuna, tras innumerables
vericuetos judiciales y legislativos que han llegado hasta Bruselas, los
tribunales en España actualmente están dando la razón a los consumidores que
han solicitado que se les reconsideren sus hipotecas, recalculando todos los
pagos como si la operación hubiese sido hecha en euros desde el inicio.
Los préstamos multidivisa son un
mecanismo muy interesante por ejemplo para empresas que necesitan exportar, o
que cobran en moneda extranjera. Pero estas empresas tienen directores
financieros que suelen saber lo que se traen entre manos, cubriendo unas
posiciones de riesgo con otras más conservadoras, o utilizando mecanismos como
los seguros de cambio.
El problema es cuando estos instrumentos
empiezan a comercializarse entre consumidores que no acaban de entenderlos o
que no son conscientes de los riesgos a los que se enfrentan porque no han
leído la letra pequeña. Fue también el caso de las preferentes, de los swaps, y de otros productos financieros,
diseñados para empresas pero que han acabado por ser habituales entre los
particulares.
Si usted tiene la suficiente cultura
financiera y además se toma la molestia de leerse la letra menuda de los
documentos que firma, no debería tener problemas en contratar los productos
financieros o de inversión que más le interesen. Pero esto es lo menos
habitual.
En los demás casos, lo más acertado es
contratar solamente aquello que entendemos, conocer qué riesgos estamos
asumiendo y no tomar decisiones basadas exclusivamente en el consejo de la
persona que nos está ofertando el producto financiero.
Montse Martínez
Profesora de la Universitat Rovira i Virgili
Abogada Grupo Gispert
Profesora de la Universitat Rovira i Virgili
Abogada Grupo Gispert
No hay comentarios:
Publicar un comentario